Después de tocar fondo

(respuesta de José March, 1984-1989; 1991-1992)

 

Se me pide una reflexión sobre dos periodos en los que permanecí en la
Secretaría General de CNT, posteriormente CGT. El primero de ellos, desde
julio de 1984 hasta julio de 1987, y el segundo desde julio de 1987 hasta
diciembre de 1989.

Habiendo transcurrido ya mucho tiempo, con demasiada frecuencia la memoria resulta traicionera, así que trataré de hacer un somero resumen de un periodo apasionante, vivido con intensidad, lógicamente con aciertos y errores, y que se podría concretar en los apartados que siguen.


Articulación de un proyecto renovador

 

Creo recordar que en la ponencia estratégica del llamado Congreso de
Unificación se reconocía expresamente que la organización había “tocado
fondo”, y que se imponía,  por tanto, cambiar y rectificar actuaciones
pasadas.

Aunque, paradójicamente, el Congreso supuso un recrudecimiento de las hostilidades con los “históricos”, para los que participábamos en el
mismo significaba romper con un pasado marcado por divisiones, expulsiones,
sectarismos.... y empezar a sumar, a unirnos, desde la realidad de cada
uno, unirse para ser más fuertes, para seguir creciendo, para ser creíbles,
para ser una alternativa de futuro.

En el Congreso confluían dos realidades, los compañeros/as  procedentes del Congreso de Valencia y los Sindicatos de CNT-AIT. Uno de los primeros objetivos, y no de los menores, fue solidificar la fusión, que
fueran desapareciendo viejos roces o suspicacias, y ser un solo proyecto,
después de varios años de vida orgánica por separado. Creo que todo el mundo puso de su parte y se consiguió. Guardo en ese aspecto recuerdos
entrañables, de compañeros/as que no viene al caso citar y que  confirman que, a veces, lo que se dice de las personas no tiene nada que ver con la
realidad.

Otro elemento importante era seguir ampliando la unificación con sectores que no hubieran participado en el proceso congresual, por diversas razones, pero que estuvieran abiertos a incorporarse individual o colectivamente.

También en esto se consiguieron algunos resultados, aunque la fuerte
crispación y enfrentamiento existentes impidieron que se pudiera
profundizar en ese aspecto.


Consolidación interna

 

Si el objetivo primordial era crecer y fortalecernos, era obvio que había
que cambiar muchas cosas del pasado más reciente, en que se había caminado por otros derroteros, y no solo no se había crecido, sino que tocábamos fondo, como ya se ha citado.

La herencia que recibíamos de otras generaciones en clave interna tampoco servía para el reto de asentar la organización por la vía de la
reconstrucción y el crecimiento.

Por todo ello, hubo que improvisar, y mucho, siempre en función de lo que era posible vislumbrar en cada momento y de los recursos existentes.

Se recibió del llamado Congreso de Unificación el mandato de elaborar unos Estatutos, que posteriormente serían aprobados en Pleno Confederal. La misión no estuvo exenta de polémica –parece que las discusiones de Estatutos interesen más que las de estrategia sindical-; polémica que perduró algunos años. Pero lo cierto es que la inmensa mayoría de la Confederación los asumió y empezó a regirse por los mismos, que recordemos nos dotaban ocho años después de la legalización, por primera vez, de un Texto Estatutario, de un Reglamento de Funcionamiento y de un Reglamento de Congresos, estructura que creo aún pervive en la actualidad, con sus correspondientes y sucesivas
modificaciones.

Si no recuerdo mal, en dichos Estatutos se abordaron algunos tabúes, como por ejemplo la figura del Secretario General, liberado y retribuido por la
propia Organización; que los miembros de partidos o asociaciones políticas
pudieran ocupar cargos en los niveles básicos; se consolidó el voto
proporcional ponderado; se otorgaba un papel de protagonismo incipiente a
las Federaciones Sectoriales, que tendrían voz propia en el Comité
Confederal, etc...

Teníamos claro que la extensión y la implantación territorial eran claves
para un hipotético crecimiento, así que, partiendo de realidades concretas,
especialmente empresas de ámbito estatal donde existiera implantación,  se
acometieron múltiples iniciativas de expansión, con resultados diversos. En
dicha tarea empezaron a jugar un papel decisivo los primeros liberados
permanentes  a nivel confederal (liberados tras gestiones con el Ministerio de Administraciones Públicas), que era otro tabú que hubo que romper. Recuerdo que los dos primeros liberados que vinieron a Madrid, con una entrega absoluta, viviendo en condiciones mejorables, dedicando un sin fin de horas al proyecto confederal, así como a sus sectores, fueron Francisco Fernández “Morgan” y Juan Sabio, dos granadinos.

Todas las iniciativas, las aquí citadas y muchas otras, son el  resultado de la suma de un cúmulo de ilusiones enorme por salir del fondo en el que
estábamos -en gran parte por nuestros errores-; ilusiones de muchas
personas, compañeros y compañeras, algunos de los cuales ya no están con
nosotros, como por ejemplo Paco Martínez, pionero del Federal Ferroviario.

Iniciativas como las que nos permitió comprar el local de la calle Sagunto, financiado, además de por los préstamos oportunos, con una lista de más de cien compañeros/as de todo el Estado que realizaron aportaciones mensuales. Todo ello hecho posible por la buena labor de un Secretario de Finanzas que creía en el proyecto, Luis Cachán.


Proyección exterior

 

Por lo dicho anteriormente, resulta obvia la importancia que dábamos a la proyección exterior, ya que estábamos convencidos de que una CNT con la imagen renovada, participando en distintos foros, tomando iniciativas, actualizando permanentemente sus mensajes, podría resultar atractiva e interesante en muchos ámbitos sindicales y sociales.

Hubo diversas ocasiones, por citar las más impactantes, en las que se
intervino de forma incisiva en el ámbito social, con una valoración muy
positiva: la huelga general de junio de 1985 contra el recorte de pensiones;
la primera participación en las elecciones sindicales, concentradas en el
último trimestre de 1986; la campaña del referéndum de la OTAN; la gestación
y campaña del 14-D; las reivindicaciones sobre el  patrimonio sindical.

Teniendo como referencia el pasado más inmediato, de un alto nivel de
aislacionismo en un núcleo minoritario y voluntarista, esta proyección de
energías hacia un exterior permeable a nuestras propuestas como se ha venido
demostrando, eso sí, sin vuelcos espectaculares, resultaba gratificante... y
animaba a continuar.

Se procuró adquirir pautas y dinámicas de organización en todo el Estado, con coordinaciones específicas (tema OTAN, por ejemplo) para evitar en lo posible que cada uno fuera a su aire, y también de forma lenta, de manera que casi todos los entes fueron participando de esa necesidad.


Proyección y continuidad con nuevas siglas

 

Teníamos un problema, una especie de espada de Damocles sobre nosotros, que pesaba menos en la medida en que las dos  sentencias primeras nos fueron favorables. Ésta no era otra que la denuncia de la CNT histórica sobre el uso de las siglas. El proceso se inicia en Primera Instancia en 1985 y termina en el Tribunal Supremo en marzo de 1989. Si el proceso fue tan rápido, fue en buena parte gracias a que hicimos intensas gestiones para que así fuera, para salir de la incertidumbre cuanto antes. En dichas gestiones llegamos a entrevistarnos con el propio ponente del Tribunal Supremo, para hacerle saber que queríamos una sentencia cuanto antes.

Pese al optimismo de muchos, desde el Secretariado se tomaron algunas precauciones por si la sentencia del Supremo nos fuera desfavorable, como así fue.

Es justo decir en este punto que quizás una de las actuaciones más
determinantes, hermosas y valientes de la Confederación sea la
celebración, desarrollo y conclusiones de un Congreso Extraordinario en veinte
días, con una férrea voluntad de continuidad pese al varapalo recibido.

Lo que ha pasado después sobrepasa ya los periodos de gestión citados al inicio de este escrito, centrado en la gestión desde la Secretaría General.

Quedaría por decir que el proceso esbozado no habría sido posible sin todos los compañeros/as que participaron en los distintos SP’s, y sin todos
aquellos que desde otros ámbitos se apuntaron a la bandera de la ilusión,
renovación  y actualización de los planteamientos anarcosindicalistas en el
Congreso de 1984, entre otras cosas, porque habíamos tocado fondo.

Tengo la impresión de que pasados unos años y recuperado en parte el vigor de la Organización, oteándolo ya como lejano, aquel fondo tan cercano del Congreso de 1984,  desde algunas sectores se decidió ralentizar o
relativizar el proceso de renovación, de búsqueda de caminos nuevos, y, por
razones no explicitadas, se decidió cargar las tintas en otras variantes,
entre las cuales no es ajena una reafirmación de valores
anarcosindicalistas, innecesaria, por cuanto nadie había renunciado a ellos.

La situación actual, veinte años después, es distinta. Supongo que
apasionante para quienes se encuentran plenamente implicados en el proceso,
y seguida con calmada expectación para alguien que, como yo, en estos
momentos no es más que un afiliado, que no es demasiado bien recibido en su
propia sección sindical.

Mi recuerdo para acabar es para muchos compañeros que, participando muy activamente en momentos muy difíciles, poniendo mucho de su parte en los terrenos personal y familiar, lamentablemente se han quedado en el camino, dijeron ¡basta! ¿Falta de reconocimiento de su labor?, ¿abrasados por las innecesarias discusiones y/o peleas que la renovación no fue capaz de dejar atrás? Sea lo que sea, no parece un final feliz.

Pero tampoco creo que sea bueno en el plano organizativo. Nuevamente tengo la sensación de que las experiencias y vivencias de la generación del
Congreso de 1984, la que sacó a la Organización del lodazal, sería tan
necesaria ahora como lo era antes de 1980 la de los compañeros/as que
habían pisado las cárceles de Franco tratando de reconstruir la CNT. Igual que éstos, tampoco obtuvieron el suficiente reconocimiento.


José March